Arbutus unedo – MADROÑO

Cuando era pequeño, recuerdo que una mañana, pero que muy de mañana, me despertó mi padre diciéndome que me levantara que había que ir a buscar cepas. Yo no sabía ni de qué me estaba hablando. Luego descubrí que se trata de la raíz de las urces, que es como llamamos en mi tierra a los brezos.

Habían roturado el monte para plantar pinos y a los vecinos les daban la oportunidad de recoger las raíces de estas plantas. Estas raíces cogen un grosor bastante grande y supuestamente son buenas para quemar. Digo supuestamente, porque cada vez que echabas una a la chimenea, no paraban de saltar chispas para todos lados.

Pues al monte que nos fuimos con el tractor y el remolque, a pasar lo que prometía ser una amena mañana en familia, en un paraje muy bonito de la sierra de la Culebra, conocido como El Casal. Las raíces no despertaron especialmente mi curiosidad, lo que me ocasionó alguna que otra reprimenda por vago.

Lo que sí despertó mi interés era un grupo de arbustos de los que colgaban unos pequeños frutos anaranjados y rojizos, que tenían toda la pinta de estar maduros. Pero es que a la vez tenía otros muchos de color verde y lo que era increíble, es que aunque estábamos en invierno, también tenía flores. Un montón de diminutas flores blancas… Todo ello con un abundante follaje verde que daba un aspecto muy bonito al conjunto.

Cuando se acabó la faena mi padre ya se acercó conmigo hasta ellos y me explicó que se trataba de madroños y que se podían comer. A mi especialmente no me gustaron nada, pero recuerdo que mi padre cogió unos cuantos para meter en aguardiente y hacer licor, pero de ese cuando estuvo listo, no me dieron a probar.

También recuerdo que en los bordes del grupo de arbustos había algunos arrancados por la maquinaria, y que llevamos unas cuantos con raíces para casa. Allí los plantó en el jardín y fueron de los primeros arbolillos que tuvimos porque prendieron muy bien. Nos acompañaron con su presencia bastantes años, deleitándonos la vista con sus agradable y singular mezcla de frutos, hojas y flores.

Reino: Plantae / Filo: Magnoliophyta (Angiospermas) / Clase: Magnoliopsida / Superorden: Ericanae / Orden: Ericales / Familia: Ericaceae.

Nombre científico: Arbutus unedo Linnaeus, 1753.

Los madroños son arbustos que pueden alcanzar hasta los 8 metros de altura.

Las ramas cuando brotan tienen un color rojizo que a medida que van creciendo se tornan grisáceas. Cuando envejecen la corteza va agrietándose y exfoliándose en escamas; en este punto tiene un color rojo pardo.

Las hojas, que tienen el borde aserrado, son alargadas y miden hasta 10 centímetros de largo y unos 3 de ancho. Son mas oscuras por la parte superior que por la inferior.

Las flores son blancas o rosadas, tienen forma de campana y florecen en racimos a finales del otoño.

Los frutos son redondeados, pudiendo llegar a medir más de 2 centímetros. Tienen un aspecto granuloso y una coloración rojiza o anaranjada. Maduran al otoño siguiente de la floración y de ahí la conjunción con las flores.

Su madera es muy apreciada por su dureza y consistencia, tanto para su uso en ebanistería como para combustible.

Las hojas y las cortezas tienen un alto contenido en taninos, habiendo sido utilizados en la industria textil para curtir tejidos. También ha sido de utilidad para dicha industria las raíces como tinte rojo.

Una precaución a tener en cuenta con los frutos es que, debido a su alto contenido en azúcares, cuando maduran pueden fermentar y transformarse en alcoholes, dato a tener en cuenta en las ingestiones elevadas, que pueden originar dolores de cabeza.

Y no hay que olvidar su utilidad con fines ornamentales en jardinería, ya que se trata de una especie que se adapta muy bien a la mayor parte de suelos.

Merendera montana – MERENDERA

Cuentan que en la antigüedad para separar el grano de la paja se trillaba el cereal. Para ello se segaba la hierba de una porción de pradera y luego con unos trillos, que eran una especie de trineos grandes de madera tirados por caballos, yeguas, burros, burras, vacas, bueyes, mulas o mulos, y que en su parte inferior tenían incrustados infinidad de trozos de piedra con filo, se daba vueltas en círculo por ese trozo hasta que no quedaba nada de hierba. Luego se barría todo bien y se esparcía el cereal encima y otra vez a dar vueltas con los trillos por encima hasta que la paja estaba bien triturada, dándole vueltas o removiendo entre medias para que las pajas largas subieran para arriba, juntando en montones lo trillado (parvas creo que se llamaban), y otras varias faenas que la actividad tenía… Tras esto se esperaba a que hubiera días de aire y arrojando la paja hacia arriba, el grano más pesado caía al suelo y la paja impulsada por el viento era desplazada a cierta distancia, quedando ambos separados. Y así una jornada tras otra hasta que se acababa con toda la cosecha.

Pues para bien o para mal, yo fui uno de aquellos afortunados o desgraciados que tuve que pasar una buena parte de los veranos haciendo estas faenas. Recordándolo desde la distancia, se siente hasta nostalgia, pero de niño aquellas interminables jornadas veraniegas eran un castigo divino. De hecho, recuerdo que me escapaba a la menor oportunidad que surgía.

A lo que iba que me pierdo divagando y seguramente os estéis preguntando que tienen que ver estas cosas con una flor. Cuando terminaba toda la trilla quedaban las praderas llenas de numerosos círculos amarillentos, pulidos y suaves por el efecto continuado de la trilla, y es ahí donde recuerdo que a los pocos días se veían innumerables cantidades de estas bellas flores.

Y de ahí el hecho de contaros esta historia, porque aunque su presencia en mi pueblo era habitual en infinidad de praderas de diversos lugares, tras la trilla siempre aparecían en grandes cantidades y no hacía falta que lloviera. Cosa que me llamó siempre mucho la atención y al haber visto un ejemplar, inevitablemente su visión me ha traído estos recuerdos.

Reino: Plantae / División: Magnoliophyta / Clase: Liliopsida / Orden: Liliales / Familia: Liliaceae.

Nombre científico: Merendera montana (Loefl. ex L.) Lange / Colchicum montanum.

También se la conoce como quitameriendas o levantameriendas, al estar su nombre asociado con su aparición cuando empezaban a acortar los días, impidiendo la realización de las meriendas campestres tras las labores agrícolas. En zonas de montaña, espantapastores, en relación con el abandono de los pastos veraniegos por la llegada del invierno. Mataperros, por su toxicidad…

Es una planta perenne provista de un bulbo negruzco de unos 2 x 2’5 cm, del que surgen las hojas y las flores.

Las hojas son alargadas, llegando a medir 20 cm., salen después de las flores y se mantienen verdes hasta la primavera.

Las flores son solitarias, una por planta, aunque a veces aparecen dos. Consta de 6 pétalos en forma de estrella, de color rosado malva y de aproximadamente 3 cm. de longitud. En el centro posee 6 estambres de color amarillo de un centímetro de largo.

Florece en los meses veraniegos y principio del otoño, aunque algunas como podéis ver, se adelantan.

A tener en cuenta es importante saber que es tóxica y contiene alcaloides (colchicina) para evitar ser comida por los herbívoros, especialmente las hojas. Actualmente también es utilizada con fines farmacéuticos.

Es una planta endémica de la península ibérica y sur de Francia, pudiéndosela ver hasta los 2.500 m. de altitud. En el litoral mediterráneo está menos presente.

Narcissus minor subespecie asturiensis – NARCISO DE ASTURIAS

Recuerdo año tras año ver las praderas de mi pueblo verdear con la llegada de la primavera, especialmente la ribera del río Castrón, y casi al mismo tiempo llenarse todo de puntos amarillos. Era la señal de la finalización del invierno y el comienzo de la explosión de vida, adormecida por la dura estación.

Esos puntos amarillos eran los abundantes y bonitos narcisos, que se elevaban sobre la hierba coronando sus pequeños tallos. Flor digna de ver, no en vano algunos creen que el nombre proviene de la mitología griega, según la cual Narciso era un joven de gran belleza que desdeñaba todas las propuestas amorosas. Entonces los dioses hicieron que se enamorara de su imagen al verse reflejado en un estanque, donde se arrojó en busca de sí mismo muriendo ahogado, brotando en aquel lugar esta bella flor. Más correcta parece la afirmación sobre su nombre, que afirma que proviene de la palabra griega narcótico, en referencia al olor penetrante y embriagador que las flores desprenden.

Pero volviendo a mi pueblo, la verdad es que tenemos la suerte de tener un paraje conocido como La Ribera, donde hay una infinita variedad, tanto de plantas como de animales. El único pero que se le puede poner, es que con el avance del verano nuestro río se nos queda sin agua, pero en primavera es digno de visitarse.

Nuestros pequeños narcisos son el comienzo de toda esa vida que surge como de la nada y que culmina con el rebrote de los robles, poniendo el adorno final a un paisaje sin igual. Pero no sólo salen en esta zona, allí donde hay una pradera es casi una misión imposible no ver alguno. A disfrutar de ellos que estamos en la época propicia.

Nombre científico:  Narcissus minor L. subsp. asturiensis (Jord) Barra & G. López, 1984.

Filo: Magnoliophyta / Clase: Liliopsida / Orden: Asparagales / Filo: Amaryllidaceae.

Se trata de una planta herbácea perenne que puede alcanzar hasta los 20 cm. de altura. El bulbo en forma de globo mide entre 1’5 y 2 cm. Las hojas son alargadas, alcanzado los 16 cm. de largo y poco más de medio centímetro de ancho. De ellas nace un tallo tubular, a veces ligeramente estriado, en cuyo final sale una flor solitaria de forma tubular y color amarillo, normalmente colgante, hermafrodita, con corona tubular y el borde ligeramente expandido. El fruto es una cápsula tubular de menos de menos de 2 cm, en cuyo interior están las semillas, de unos 2 mm., forma ovalada y color negro brillante.

Se distribuye por el noroeste peninsular por debajo de los 2.000 metros de altitud, en praderas, claros de matorral, claros de bosques, orillas de cursos de agua, brezales húmedos o repisas de roquedales.

Posee una fuerte resistencia a las condiciones invernales, pasando el invierno en forma de bulbo, empezando a brotar cuando todavía no ha finalizado la estación, siendo incluso frecuente verla asomar por encima de la nieve. La época de floración dura hasta los comienzos del verano.

Se reproduce tanto por bulbo como por semillas.

Datos científicos flor: Pedicelo de 3-10 mm., algo curvo y de sección circular. Tubo del perianto de 4-8 mm., amarillo, recto, que se estrecha gradualmente hacia el ápice. Tépalos de 7-15 mm., lanceolados, de patentes a erecto-patentes, obtusos o agudos, amarillos. Corona de 8-16 mm., cilíndrica y amarilla, más estrecha en la mitad, con el ápice más ancho y con los márgenes de sus lóbulos dentados o laciniados, irregulares. Androceo formado por 6 estambres libres, insertos en el perianto, con anteras amarillas unidas al filamento por su cara interna. Los filamentos estaminales son subiguales, rectos y blanquecinos. El gineceo tiene un ovario ínfero, verde, tricarpelar y trilocular, con un estilo solitario, de 11-14 mm, amarillento, más corto que la corona.

Veronica polita Fries, 1819 – VERÓNICA

Dicen que la buena esencia se guarda en frascos pequeños, y en verdad tiene que ser así, porque ir paseando por el medio de un camino agrícola y que te llame la atención una flor que estaba casi en la cuneta y apenas tiene 3 milímetros de diámetro, es una cosa, cuanto menos curiosa. Pero la verdad es que la flor tiene una coloración azulada tirando a violácea, que llama muchísimo la atención.

Esta pobre es una de las consideradas malas hierbas, de esas que arrancamos del huerto sin contemplación. Y como mala hierba tiene la virtud de crecer en cualquier sitio, ya que no es muy exigente con las condiciones que precisa. Parece ser que todos los terrenos le vienen bien y si están bien nitrogenados, mejor que mejor.

Lo malo que tiene es el tamaño, siendo tan diminuta y a poco que esté uno mal de la vista, pasa desapercibida del todo. Pero una vez detectada, se disfruta admirando esta pequeña joyita de la Naturaleza.

Sólo he encontrado otro nombre para ella, yerba gallinera, del que no explicaba nada. Pero dado que es comestible y suele brotar pronto, es fácil que tenga relación con su utilización como alimento verde para las gallinas durante el invierno.

Filo: Magnoliophyta / Clase: Magnoliopsida / Orden: Scrophulariales / Familia: Scrophulariaceae

Estamos ante una planta anual, que empieza a florecer en primavera y precisa abundancia de luz y calor.

La planta suele medir entre 5 y 30 cm. de altura, echando flores solitarias en los extremos de los tallos de entre 3 y 6 mm. de diámetro.

Las flores tienen cuatro pétalos unidos de color azul, una corola en forma de rueda protegida por cuatro sépalos de tamaño cónico, pilosos como el resto de la planta, destacando en el centro dos estambres de suma belleza y que al parecer le dan nombre a la planta, ya que se asemeja los ojos que Jesucristo dejó en el paño cuando la Verónica le secó el rostro durante su recorrido hacia el Calvario.

Las hojas son más largas que anchas y de forma lobulada, con pilosidades de dos tamaños diferentes, una más largas que otras.

Como veis poquita cosa digo sobre ella, una flor pequeña y la información que os dejo también pequeña, pero para mi gusto muy grande en belleza.

Lepista glaucocana (Bres.) Singer, 1951 – LEPISTA BLANQUIAZUL

He encontrado esta seta en un pinar de un parque de Zamora. No sé si será una especie de ciudad o es otro fruto del desplazamiento poblacional desde las zonas rurales hacia las grandes urbes. Ahora ya hablando en serio, se trata de un pequeño pinar con pinos ya bastante grandecitos que tiene un manto de hojarasca bastante curioso, situado sobre una ladera en una zona de sombra que en invierno casi no ve directamente los rayos de sol, para ser exactos habría que decir que los días más cortos del año sin casi.

Son muy fáciles de ver sobresaliendo de las acículas secas de los pinos. Además como parece ser que aunque no son tóxicas, tienen un nulo valor culinario, más bien hasta está desaconsejado su consumo, sobre todo por su sabor, nadie mira para ellas y crecen libres de sufrir expolios. En consecuencia, da gusto verlas tiñendo de blanco el suelo marrón. ¡Y qué narices! También es agradable saber que dentro de la ciudad se pueden observar tanto plantas como animales atípicos. No todo en los parques va a tener que ser césped y árboles.

De reseñar es que sólo había un grupo de apenas media docena, en un espacio de unos 2 metros cuadrados. Estaban en la parte más baja, casi al borde de donde comienza la tierra. En el resto del pinar no vi más, a pesar que sí estuve buscando por si encontraba alguna que fuera más fácil de fotografiar completa.

Lo que no parece es que el frío les haga mucho daño porque se han conservado espléndidas una buena temporada, a pesar de que ha habido unas heladas considerables. Nacieron esos días pasados que subieron bastante las temperaturas, luego con la vuelta del frío no he vuelto a ver que hayan salido más y aquellas que emergieron ya se están estropeando. Digo yo que esperarán tiempos mejores escondidas bajo el suelo.

Reino: Fungi / División: Basidiomycota / Clase: Homobasidiomycetes / Orden: Tricholomatales / Familia: Tricholomataceae

De lo que he investigado se deduce que es una seta otoñal que se desarrolla sobre la hojarasca.

El sombrero puede llegar a medir 20 cm., es convexo o aplanado y tiene el borde enrollado hacia abajo, con un color gris ligeramente violáceo.

Las láminas son estrechas y apretadas y llegan hasta el “tronco”, presentando entre ellas unas laminillas más pequeñas y cortas. Tienen la misma coloración que el sombrero pero se vuelven rosáceas a medida que envejece y maduran las esporas, que son de este color. Se separan muy fácilmente del sombrero.

El pie suele medir 10 cm. como máximo de largo y 3 cm. de ancho. Se estrecha de arriba hacia abajo, engrosándose a veces en la parte inferior. Tiene el mismo color que las otras partes de la seta, presentando aspecto céreo en la parte superior y fibroso en el resto.