Mauremys leprosa – GALAPAGO LEPROSO

Tan seca ha sido la primavera y tanto tiempo llevaba sin llover por estas tierras, que cuando una tarde se pone a hacerlo como si fuera el diluvio universal y se llenan de agua lugares que llevan meses sin ver una gota, no es extraño que algún animalejo se vea sorprendido y aparezca donde no tiene que hacerlo.

Para mi fue una suerte que así fuera y así disfrutar un rato con su observación. Y también para él, porque andar deambulando por el asfalto no es un muy buen lugar que digamos para que un galápago conserve su integridad física. Y así fue como lo encontré, regresando en coche a Zamora por una carretera próxima al río Duero, ya muy cerca de la ciudad.

Por fortuna había un descampado un poco más adelante y hasta allí lo llevé, que fue donde grabé el vídeo y le hice unas fotografías. No mucho rato porque no es cosa marear mucho a los animales salvajes, pero sí el suficiente para poder ver lo excelente nadadores que son, porque con apenas unos centímetros de profundidad que tenía un charco, se desenvolvía como pez en el agua. No en vano, la mayor parte de su vida se desarrolla en el agua.

Después de molestarlo un poquito y como el río no estaba muy lejos, lo recogí de nuevo y lo acerqué hasta las proximidades de la orilla. No lo dejé allí porque la especie está considerada como vulnerable y en gran parte es debido a su captura por el ser humano para tenerlo como mascota. Así que pensé que mejor era quitarlo de la vista del público, no siendo que fuera a acabar en algún jardín privado o dentro de alguna vulgar contenedor de plástico.

Y tras ello, mas contento que unas castañuelas, continué con mi marcha en busca de una ducha bien caliente, porque aunque no fue mucho tiempo, nada más dejarlo, me di cuenta que estaba calado hasta los huesos y no iba a ser cosa enganchar un catarro primaveral, de esos que son tan difíciles de quitar.

Reino: Animalia / Filo: Chordata / Subfilo: Gnatostomados /Superclase: Tetrapoda / Clase: Reptilia / Orden: Testudines / Suborden: Cryptodira / Superfamilia: Testudinoidea / Familia: Bataguridae.

Nombre científico: Mauremys leprosa (Schweigger, 1812).

El galápago leproso tiene un caparazón alargado, que en las hembras puede llegar a medir 23 cm. y 21 en los machos. Es ligeramente más ancho en la parte trasera que en la delantera, siendo su borde liso. Su coloración varía entre el verde oliva y el pardo, con manchas pardo rojizas, que se tornan claras a medida que el animal envejece.

El peto o parte inferior está fuertemente unido al caparazón, siendo de color amarillo o crema, con manchas oscuras, que también desaparecen con la edad.

La piel es de color verdosa, presentando tonalidades amarillas o anaranjadas, destacando una mancha redondeada de este color entre el tímpano y el ojo.

La cabeza es corta y ancha, plana en la parte superior y en forma puntiaguda, terminando en las dos oquedades de la nariz (narinas). La boca tiene una cubierta cornea en forma de pico. Entre los dedos posee una membrana que los une, teniendo 5 uñas en las patas anteriores y 4 en las posteriores. La cola es alargada.

Es de reseñar que presentan dos glándulas inguinales llamadas de Rathke, que emiten una sustancia muy desagradable, y que la denominación leproso proviene de unas verrugas que le salen en el caparazón a algunos ejemplares viejos.

Para distinguir machos y hembras hay que fijarse en la cola cuando está estirada, ya que la cloaca de las hembras queda a la altura del caparazón y la de los machos está situado más atrás. Además el peto (parte inferior) es cóncavo en los machos, y aplanado y más alargado en las hembras, siendo también el caparazón más ancho y redondeado en las hembras.

Durante la estación fría hibernan. Para ello se entierran en el lodo, donde permanecen hasta la primavera. Con ella, despiertan y empieza el periodo reproductivo. Tras ello, las hembras cavan un agujero en el suelo de unos 10 cm. de profundidad, donde depositan hasta una docena de huevos de aproximadamente 2×4 cm., que dependiendo de las condiciones meteorológicas empezarán a eclosionar a partir de los 2 meses.

Su alimentación es omnívora, aunque predominantemente carnívora, depredando insectos, anfibios, cangrejos, peces, e incluso carroñas y excrementos.

Se estima que su esperanza de vida supera los 30 años.

Rhinechis scalaris – CULEBRA DE ESCALERA

Dicen que quien tiene un amigo, tiene un tesoro y que gran verdad es. Incluso a veces tenemos amigos que cual ángeles de la guarda los tenemos ahí sin saberlo. Y así es el caso de esta culebra, que aunque somos propensos a que estos reptiles a primera vista nos causen repulsa, no somos conscientes de la gran cantidad de beneficios que desinteresadamente nos otorgan.

Además no son venenosas y su mordisco sería inofensivo aunque llegara a producirse, no son muchos los dientes que tienen. En conclusión poco o ninguno es el miedo que debieran producirnos. Pero claro quién es el valiente que al verlas no piensa en una víbora, el miedo es libre. En cualquier caso cuando son atrapados bufan, intentan morder y segregan por la cloaca un líquido viscoso maloliente, igual que si fueran niños en mitad de una rabieta, la cosa no va a más. Por cierto, cuando nos detectan tienden a desaparecer como alma que lleva el diablo.

Digo lo de los amigos porque tenerlas cerca es un seguro ahuyentador de roedores y así nos evitamos ver los sacos de grano agujereados, el césped lleno de autopistas y otros desastres que nos preparan los ratoncillos. De que deambulaban por las inmediaciones del huerto y el gallinero ya tenía constancia, al haber divisado varios ejemplares en otras ocasiones, lo que no he visto en todo este tiempo es ningún ratón, ni ningún saco de grano estropeado.

Este ejemplar de la fotografía es un individuo joven, casi con toda seguridad del año anterior. El pobre tuvo la desgracia de encontrarse con algún depredador que lo mató y abandonado lo dejo. Mucho me temo que un gato grande y gordo que a veces me observa trabajar, de esa forma que miran ellos como si no te estuvieran mirando, la vio también a ella y estuvo un rato divirtiéndose a su costa. Esta entrada se la dedico a Juan y Lourdes, porque ellos la encontraron ya muerta a la pobre, me avisaron y por otras muchas cosas.

Nombre científico: Rhinechis scalaris (Schinz, 1822). Antigua nominación la ubicaba en el género Zamenis.

Reino: Animalia / Filo: Chordata / Subfilo: Vertebrata / Clase: Sauropsida / Orden: Squamata / Suborden: Serpentes / Familia: Colubridae / Género: Rhinechis

Esta especie supera el metro y medio de longitud, siendo las hembras algo más grandes que los machos. El ejemplar más largo que se ha observado medía 1 metro y 65 cm. Su peso suele rondar los 250 gramos.

Tiene una cola corta, normalmente incompleta, fruto de sus encuentros con los depredadores, y la cabeza pequeña, aplanada y con hocico puntiagudo. Cuerpo grueso. Los machos suelen tener la cabeza más ancha que las hembras y una cola más larga.

El color del fondo es grisáceo con manchas dorsales en escalera en los ejemplares juveniles y amarillento con dos líneas longitudinales a cada lado en los adultos.

Se alimenta exclusivamente de pequeños vertebrados y es una grandísima escaladora, por lo que en su dieta también están incluidos los huevos y pollos de los nidos, así como pequeñas aves.

La cópula tiene lugar al principio de la primavera, realizando una puesta inferior a 15 huevos al final de la misma, eclosionando éstos en el mes de octubre. Para la puesta utilizan agujeros bajo piedras o rocas, huras de conejos o similares, siempre situados en lugares húmedos y soleados. Si la tierra está suelta la hembra puede excavar ella misma la madriguera. Suelen permanecer en sus cercanías protegiéndola.

Su actividad comienza al crepúsculo, continuando a lo largo de la noche. Tal vez sea este el motivo por el que no es muy frecuente avistarla.

En zonas frías hibernan y en las cálidas puede detectarse su presencia en invierno, sin embargo cuando las temperaturas son muy elevadas, tienden a aletargarse.

Está presente en toda la península ibérica a excepción de la franja norte cantábrica y las provincias del norte de Castilla y León, dónde sólo se detecta en las cercanías de los cursos fluviales.

Podarcis guadarramae (Boscá, 1916) – LAGARTIJA LUSITANA

Hace un par de semanas mientras estaba haciendo cosillas en la huerta, cada poco escuchaba ruidos de plástico. No le daba importancia porque el sonido venía de donde tengo unos cubos y unas bolsas bajo una planta de romero, y como la mañana era soleada, de esas que da gusto estar al aire libre, imaginé que algún bichejo estaría por allí.

Pero como el ruido no cesaba, aprovechando que acabé con la tarea me acerqué a inspeccionar. Moví los cubos y las bolsas y no vi nada, así que sin más dejé el asunto. Por muy poco tiempo, porque no habría dado tres o cuatro pasos cuando volvió a sonar el dichoso sonido. Muy despacito me di la vuelta, acercándome mientras no paraba de oírse, hasta que me percaté que salía de una bolsa de plástico que había dejado apretujada entre unos tallos de la planta.

La cogí con cuidado y la fui desenvolviendo poco a poco hasta que quedó desvelado el misterio. Se ve que aprovechando el calor una lagartija se había metido allí dentro. Creo que no es que se hubiera quedado atrapada, porque la bolsa no estaba muy apretada, más bien que aprovechaba la temperatura que había cogido el plástico con el sol para calentarse.

Inmediatamente me vino a la cabeza el montón de ellas que capturé de niño para cuidarlas en terrarios, que rápidamente improvisaba con cualquier caja o botella de plástico que tuviera cerca. Capturarlas era un entretenimiento de habilidad, tan rápidas y ágiles, quedarse con la cola en la mano y que el animalico escapara era lo que ocurría la mayor parte de las veces. Tengo que reconocer que nunca me duró ninguna mucho, así que con esta no me entró la tentación de hacerla sufrir, y tras hacerle unas fotos me dispuse a soltarla.

Con tanto cuidado la cogí para no romperle la cola que se escapó, y escalando por el brazo arriba se fue para la espalda, donde estuvo un buen rato esquivando mis manos hasta que conseguí atraparla. La posé en la pared de piedra del huerto para que siguiera su camino y por allí continuó haciéndome compañía lo que quedaba de mañana, se ve que me cogió cariño.

Filo: Chordata / Clase: Sauropsida / Orden: Squamata / Suborden: Lacertilia / Familia: Lacertidae / Subfamilia: Lacertinae

Según los últimos estudios parece ser que las lagartijas pertenecientes a esta especie en realidad son dos especies distintas. Una se denominaría Podarcis guadarramae guadarramae y la otra Podarcis guadarramae lusitanica. La primera tendría una distribución más oriental y los machos son exclusivamente reticulados, mientras que la segunda es más occidental, tiene la cabeza más aplanada, siendo levemente más pequeña y ambos sexos pueden  tener coloración reticulada o rayada, aunque se solapan ambas zonas y la coloración varía mucho de un lugar a otro. Como en realidad no sé a qué subespecie de las dos pertenece el ejemplar de la fotografía, voy a hablar de la especie en general, tratándolas como una.

Los machos pueden llegar a tener 6’4 cm. de longitud contando la cabeza y el cuerpo, llegando a pesar apenas 4 gramos como máximo, siendo las hembras algo menores. Su aspecto general es aplanado. La cola mide aproximadamente el doble que el cuerpo. La garganta es blancuzca, raramente rosada, con puntos blancos en los machos. El vientre es blancuzco, rosa o salmón, a veces presenta coloración rojiza, sobre todo durante el celo, pero nunca amarillenta y es de color blanco en las hembras.

Se alimenta generalmente de insectos, que caza al acecho.

Realiza dos puestas al año de entre 1 y 5 huevos, la primera al inicio de la primavera y la segunda en verano. Depositan los huevos bajo un tronco, una piedra o directamente en el suelo. A los 60 u 80 días nacen las crías que ya miden unos 5 cm. Alcanzan la madurez sexual a los 8 meses y suelen tener una esperanza de vida de unos 3 años.

Esta especie solamente está presente en la península ibérica, encontrándose exclusivamente en la parte centro-oeste y noroeste.

Tarentola mauritanica (Linnaeus, 1758) – SALAMANQUESA COMÚN

Paseando por los extrarradios del bosque de Valorio en Zamora he visto muchos ejemplares de esta especie. Hay que fijarse detenidamente porque a simple vista no se ven, se camuflan muy bien en las rocas de arenisca y cuando las detectas, de lentas no tienen nada. Este ejemplar salió a calentarse una soleada, que no cálida, tarde de invierno. Igual buscaba alimento, a saber. Pero no hace falta irse muy lejos para ver a estos curiosillos reptiles. Su actividad está muy ligada a la nuestra y se pueden ver en paredes y tapias, cerca de farolas o fuentes de luz, al acecho de los insectos que se acerquen y les puedan servir de alimento. Y cuanta más alta sea la temperatura, más fácilmente nos podremos encontrar con ellas. Lo que sí es curioso es que son unas “spidermans” de la naturaleza, no hay vertical que se les resista, incluso boca abajo pueden moverse sin ningún problema correteando detrás de bichejos por los techos. Algunas creencias ancestrales las calificaban de venenosas, incluso se decía que si una te escupía se te caía el pelo, pero no es cierto y no presenta ningún riesgo para el ser humano, más bien todo lo contrario, son unas eficaces insecticidas. Y si fuera cierto, que gran ruina para los negocios depilatorios tan de moda hoy en día.

Filo: Chordata / Infrafilo: Gnathostomata – Vertebrata / Clase: Reptilia – Sauropsida / Orden: Squamata / Infraorden: Gekkota / Familia: Phylodactylidae

Alcanzan los 16 cm. de longitud, incluyendo la cola. Los machos pueden pesar unos 12 g. y las hembras algo menos. Son de color gris pardo a gris amarillo, aunque cambian de color para adaptarse al entorno. Su complexión es robusta, con cabeza y cuerpo aplanados. La cabeza es ancha y ligeramente triangular acabada en un hocico redondeado, coronada con unos prominentes ojos grises con pupilas verticales, que se dilatan mucho en la oscuridad para tener una mejor visión. Las hembras tienen la cabeza comparativamente mayor con respecto al cuerpo que los machos y los dedos 1º, 2º y 5º retráctiles. El dorso está cubierto de escamas, presentando hileras de tubérculos que le dan un aspecto rugoso. La cola es larga y similar al dorso, con bandas de distintos tonos, de la cual se pueden desprender cuando se sienten en peligro, ya que se regenera sola, aunque tras ello presenta un aspecto más liso. Las patas son cortas con los dedos bien marcados y aplanados, provistos de laminillas de succión y cerdas microscópicas que le permiten adherirse a superficies verticales. Solo tienen uñas en los dedos 3º y 4º, lo que la diferencia de la salamanquesa rosada.

Es de hábitos crepusculares o nocturnos, aunque buscan el sol matinal para calentarse, permaneciendo ocultas el resto del tiempo.

Se alimentan de insectos, arácnidos e incluso larvas de insectos.

Gusta de hábitats no excesivamente fríos, adecuadamente expuestos al sol y con refugios, como roquedos y troncos de árboles. Evita los bosques cerrados, pero sí se encuentra en zonas arbustivas de baja densidad.

Durante el celo, que tiene lugar en la primavera, los machos realizan llamadas para atraer la atención de las hembras (similares a los chillidos del ratón). Durante el apareamiento el macho muerde el vientre de la hembra para sujetarla. Luego la hembra deposita unos pocos huevos (generalmente 1 ó 2) en grietas, bajo rocas o cavidades de árboles, que eclosionan a las pocas semanas o tras varios meses, aunque lo general es un periodo de incubación de unas 14 semanas. Los huevos son blancos y pegajosos para adherirse a la superficies, endureciéndose con el tiempo, hasta que eclosionan, saliendo las pequeñas salamanquesas que miden entre 4 y 6 cm., incluida la cola. Las hembras pueden llegar a realizar 3 puestas al año.

Imagen tomada por Miriam García y Luis Miguel Gullón, el 27-05-2018, en una persiana metálica de una tienda bajo una farola, en casco urbano de Zamora.