Boletus edulis Bulliard, 1782 – BOLETO

Para mi gusto este uno de los hongos más sabrosos que hay, así que ir a buscarlos es un doble placer, cogerlos y comerlos. Por desgracia este año no ha sido una buena temporada debido a la escasez de lluvias. Me acuerdo la primera vez que salí a por ellos, fue el primer año que empezaron a comprarlos en el pueblo, allá por la década de los 80. Alucinábamos que pagaran más de 1.000 pesetas por un kilo, así que me pasaba todo el día por el campo. Era increíble que unos “setos” a las que nunca habíamos mirado, de repente estuvieran tan solicitados. Además fue una temporada buenísima.

A día de hoy donde más me gusta cogerlos es en los pinares, al principio no ves uno, pero poco a poco, como en todo, se va adquiriendo experiencia y ya no hace falta ni siquiera que haya emergido del manto de agujas secas, llegas a saber bajo que montículo hay uno, y menuda alegría te da cuando aciertas, ya no digo si es de primera. Me explico, de primera es que todavía no se ha vuelto amarillo por debajo, que cuando los vendíamos pasaban a ser de segunda y casi no tenían valor económico.

Una cosa que sí me parece muy curiosa es que cuando estás buscando y hay alguno cerca, o ha habido y lo han cogido poco tiempo antes, me viene su olor característico, que es muy agradable. Y no es precisamente que tenga el sentido del olfato muy desarrollado, porque también le pasa a mucha gente con la que he hablado del tema. Igual es que estando rodeado de aire puro se detectan mejor los olores, a saber.

Lo triste es, que como todo lo asociado al dinero, su mercado ha generado mucha especulación con la fluctuación de precios, nada se escapa a la ley de la oferta y la demanda, y a veces generan más ganancias para los intermediarios de su recogida que para los que se lo curran echando horas en el monte. No hay que olvidar los daños provocados al ecosistema con la explotación desmedida por cuadrillas con rastrillos y otras herramientas, que ni los jabalíes escarban tanto, así como las malas prácticas en su recogida, tanto arrancándolos de raíz como utilizando bolsas de plástico o recipientes herméticos que no permiten la caída de las esporas. Así que entre unas cosas y otras, se ha tenido que regular el tema de su recogida y comercio, y ya no es tan fácil como antes ponerse a recoger. Ahora hay que obtener permisos para determinadas zonas, así que es mejor enterarse bien antes de salir al campo dónde se puede ir y dónde no.

Lo bueno del tema es que su recogida ha generado muchos ingresos para nuestras pobres zonas rurales, tan desfavorecidas y olvidadas. Y no sólo la recogida, también la parte culinaria ha supuesto un impulso para los establecimientos dedicados a la restauración, tanto en el día a día como plato típico de la zona, como en la organización de múltiples jornadas gastronómicas micológicas, cada vez más frecuentes. La verdad es que dan mucho juego, ya que se pueden comer tanto crudos en ensaladas como cocinados, solos o para guarnición de otros platos. Asimismo hay que mencionar la vida que le han dado a las casas rurales y demás establecimientos hoteleros, beneficiados también con la llegada de muchos turistas atraídos por el boom micológico.

División: Basidiomycota / Clase: Homobasidiomycetes / Orden: Boletales / Familia: Boletaceae

Cuando nace presenta un sombrero semiesférico, con el margen rodeando al pie, después adopta la habitual forma convexa, que puede llega a tener un diámetro de hasta 30 cm. Es de color marrón, más oscuro en el centro y frecuentemente difuminado hacia los bordes, donde llega a ser casi blanco. La cutícula es ligeramente viscosa, sobre todo en tiempo húmedo, característica que pierde con el tiempo.

Los tubos del himenio, la parte inferior del sombrero, son fácilmente separables de la carne e inicialmente blancos, volviéndose amarillos y posteriormente verdosos con la edad.

El pie llega a medir 20 cm. de largo y 8 cm. de diámetro. Es consistente y robusto, frecuentemente más engrosado en la parte media, sobre todo en los ejemplares jóvenes. Está decorado, sobre todo en su parte superior, con una retícula blanca que contrasta con el color avellana del fondo y se difumina en la parte baja del pie que es más claro.

La carne es espesa, blanca y tierna. Debajo de la cutícula adquiere un color rojizo y con el paso de los días adopta una consistencia esponjosa.

Aparece en primavera y desde finales de verano hasta final del otoño, bajo frondosas (hayas, robles o castaños) y bajo coníferas. Prefiere suelos ácidos. Suele crecer en grupos de varios ejemplares más o menos dispersos.

Aiolopus strepens (Latreille, 1804) – SALTAMONTES

Cada vez que veo un saltamontes no puedo evitar acordarme de la popular serie de dibujos animados “La abeja Maya”, y en concreto de uno de sus principales protagonistas, el saltamontes Flip, que se pasaba la vida protegiendo a la dulce abejita. ¡Recuerdos de la niñez! Pero como todo en los niños, además de la parte buena, está la mala o la peor. Y pobrecitos saltamontes, que había que ir a pescar al arroyo del pueblo, pues a por un puñado de saltamontes que era un buen cebo, no siempre se iban a poner lombrices, había que variar; que uno no sabía en qué gastar el tiempo, rápidamente se organizaba una expedición a ver quién cogía más cantidad, o el de mayor tamaño, o el más verde, o el más marrón, o uno supervenenoso con aguijón… Luego estaba también la parte científica, un saltamontes en un bote de cristal era un buen tema de estudio, claro está, si no te olvidabas de él. Gracias a Dios, el aburrimiento hacía que la mayor parte volvieran a pastar libremente por los herbazales. La cosa era coger saltamontes, y no era precisamente una tarea fácil, se precisaba una buena combinación de buena vista, sigilo, habilidad y rapidez. Tener una buena vista es imprescindible ya que debido a su coloración se camuflan muy bien, tanto cuando están quietos, como cuando se mueven, pues hay que ver donde caen. A mí personalmente no se me daba nada mal. Este ejemplar de la fotografía se acercó hasta la fachada de mi casa en el pueblo, pertenece a una de las especies más abundantes que hay en la Península Ibérica y esto es lo que he descubierto sobre ellos.

Filo: Arthropoda / Subfilo: Hexápoda / Clase: Insecta / Orden: Orthoptera / Suborden: Caelifera / Superfamilia: Acridoidea / Familia: Acrididae / Subfamilia: Oedipodinae

Las hembras llegan a medir hasta 4 cm., los machos un poco menos. La coloración general suele ser verdosa o marrón, pero las tibias posteriores siempre son rojas. Se diferencia del único compañero de su género (A. thalassinus) por tener el fémur posterior más grueso y más corto. Las alas delanteras son de color oscuro con manchas claras y las alas verdaderas que se encuentran tras éstas, son de color verde azulado, con el ápice y gran parte del margen posterior de color ahumado.

Se alimentan principalmente de gramíneas, aunque también se ha observado que incluyen en su alimentación brezos. Con sus antenas, que están dotadas de papilas gustativas, analizan el alimento, el cual si es de su agrado es triturado con sus poderosas mandíbulas.

Su respiración es traqueal, esto es, a través de los múltiples espiráculos que tienen repartidos a lo largo del cuerpo, ya que carecen de pulmones.

Los adultos en el mes de noviembre hibernan, empezándose a mostrar activos en febrero. Con la llegada de la primavera comienza la etapa reproductora. La cópula es larga y puede durar más de un día. A continuación las hembras ponen entre 10 y 60 huevos en el suelo, entre plantas o materia en descomposición, los cuales eclosionan a la primavera siguiente. Al nacer ya son iguales que los adultos, aunque no tienen desarrolladas ni las alas ni el sistema reproductor. Pueden llegar a realizar dos puestas en el año.

No vuelan mucho, sólo cuando se juntan grandes cantidades, liberan las feromonas que activan el crecimiento de las alas y la conducta migratoria, desplazándose a nuevos lugares, bien en busca de nuevos recursos alimenticios, bien en busca de nuevos espacios sin tanta población.

Messor barbarus (Linnaeus, 1767)

Mi experiencia con las hormigas comenzó hace unos cuantos años, cuando un día traje tierra a casa para poner un bulbo en una maceta. Al rato todo el borde estaba lleno de hormigas. Con paciencia y un pincel, las metí en un bote con tierra y les eché unos trozos de galleta. Como no los tocaban me puse a investigar y descubrí todo un mundo. Tanto, que hoy puedo decir que estoy orgulloso de ser miembro de la Asociación Ibérica de Mirmecología y saber que no todas las hormigas son iguales, ni comen lo mismo y que en la Península Ibérica contamos con más de 300 especies.

Esta especie es la principal artífice en conseguir que, los días calurosos después de las primeras lluvias otoñales, veamos nuestras ciudades y pueblos llenos de hormigas voladoras. Millones de ellas abandonan los hormigueros para realizar efímeros vuelos nupciales, tras los cuales los machos morirán brevemente y las hembras, como la de la fotografía, se arrancarán las alas y buscarán un lugar donde esconderse, o excavarán un agujero en el suelo donde empezarán a fundar su colonia. Estas hembras que habrán quedado fecundadas de por vida, ya no necesitarán volver a aparearse, dejan de ser princesas para convertirse en reinas. Allí permanecerán hibernando hasta la primavera siguiente, momento en que pondrán los primeros huevos, de los que saldrán larvas que alimentarán con sus reservas hasta que se conviertan en hormigas y empiecen a cuidarla a ella como a eso, como a una reina.

A esta especie de hormiga seguramente todos la habremos estado mirando mil veces, aunque no supiéramos que se llamaba así, o le habremos echado migas de pan en parques y jardines o en el campo, pues es la constructora de esas interminables autopistas llenas de hormigas transportando semillas hasta el hormiguero, algunas de ellas con la cabeza muy grande y roja. ¡A qué ya sabéis de cuáles estoy hablando!

Si me permitís un consejo y no sabéis que regalo hacerle a un niño, un hormiguero con esta especie es una idea muy educativa, tanto en los cuidados como en la fabricación. Y si no sabéis como empezar, suscribiros al blog y mandarme un mensaje desde el apartado contacto que no tendré inconveniente ninguno en indicaros e incluso enviaros una reina.

 

Filo: Arthropodad / Subfilo: Hexapoda / Clase: Insecta / Orden: Hymenoptera / Suborden: Apocrita / Sección: Aculeata / Superfamilia: Vespoidea / Familia: Formicidae / Subfamilia: Myrmicinae.

Tienen dos segmentos aislados (peciolo y pospeciolo), separando el tórax y el abdomen. Sus mandíbulas son triangulares y están dentadas en el borde masticador. Los ojos son ovalados.

Las reinas miden alrededor de 13 mm., los machos 8 y las obreras entre 4 y 12. Estas obreras presentan dos castas distintas y bien diferenciadas, las majors que son auténticas cabezonas con la cabeza de color rojizo y las minors, las más pequeñas, aunque también hay tamaños intermedios. También las reinas pueden tener la cabeza rojiza, siendo el resto del cuerpo de color negro.

Son principalmente granívoras, alimentándose también de insectos para obtener proteínas. A las semillas cuando las llevan al hormiguero les cortan el órgano germinador y las almacenan en verdaderos graneros. Para alimentarse vierten sus jugos sobre ellas y las mastican haciendo una papilla, que es de la que se alimentan, tanto ellas como las larvas.

Esta especie solo tiene una reina por hormiguero, la cual como dije antes, tras enterrarse permanecerá en el nido madurando los órganos ponedores hasta la primavera, cuando realizará su primera puesta. Durante este tiempo sólo se alimentará de los músculos alares y de las reservas de grasa. Al principio sólo habrá obreras minors, aumentando el tamaño de las obreras a medida que va creciendo el hormiguero, hasta la aparición de las grandes cabezonas cuando este ya esté consolidado, los cuales llegan a tener miles de individuos.

Además de comunicarse mediante la emisión de feromonas como todas las hormigas, cuentan con un órgano estridulador que emite sonidos, orientándose también con la posición de sol, el cual hacen reflejar sobre ellas para orientar a las demás. Todos estos medios son muy importantes a la hora de mostrar a las demás las nuevas fuentes de alimentos y el camino para llegar a ellas.

Son muy frecuentes en verano las grandes luchas entre hormigueros, produciéndose verdaderas matanzas que suelen finalizar con la aniquilación de uno de ellos. 

Tarentola mauritanica (Linnaeus, 1758) – SALAMANQUESA COMÚN

Paseando por los extrarradios del bosque de Valorio en Zamora he visto muchos ejemplares de esta especie. Hay que fijarse detenidamente porque a simple vista no se ven, se camuflan muy bien en las rocas de arenisca y cuando las detectas, de lentas no tienen nada. Este ejemplar salió a calentarse una soleada, que no cálida, tarde de invierno. Igual buscaba alimento, a saber. Pero no hace falta irse muy lejos para ver a estos curiosillos reptiles. Su actividad está muy ligada a la nuestra y se pueden ver en paredes y tapias, cerca de farolas o fuentes de luz, al acecho de los insectos que se acerquen y les puedan servir de alimento. Y cuanta más alta sea la temperatura, más fácilmente nos podremos encontrar con ellas. Lo que sí es curioso es que son unas “spidermans” de la naturaleza, no hay vertical que se les resista, incluso boca abajo pueden moverse sin ningún problema correteando detrás de bichejos por los techos. Algunas creencias ancestrales las calificaban de venenosas, incluso se decía que si una te escupía se te caía el pelo, pero no es cierto y no presenta ningún riesgo para el ser humano, más bien todo lo contrario, son unas eficaces insecticidas. Y si fuera cierto, que gran ruina para los negocios depilatorios tan de moda hoy en día.

Filo: Chordata / Infrafilo: Gnathostomata – Vertebrata / Clase: Reptilia – Sauropsida / Orden: Squamata / Infraorden: Gekkota / Familia: Phylodactylidae

Alcanzan los 16 cm. de longitud, incluyendo la cola. Los machos pueden pesar unos 12 g. y las hembras algo menos. Son de color gris pardo a gris amarillo, aunque cambian de color para adaptarse al entorno. Su complexión es robusta, con cabeza y cuerpo aplanados. La cabeza es ancha y ligeramente triangular acabada en un hocico redondeado, coronada con unos prominentes ojos grises con pupilas verticales, que se dilatan mucho en la oscuridad para tener una mejor visión. Las hembras tienen la cabeza comparativamente mayor con respecto al cuerpo que los machos y los dedos 1º, 2º y 5º retráctiles. El dorso está cubierto de escamas, presentando hileras de tubérculos que le dan un aspecto rugoso. La cola es larga y similar al dorso, con bandas de distintos tonos, de la cual se pueden desprender cuando se sienten en peligro, ya que se regenera sola, aunque tras ello presenta un aspecto más liso. Las patas son cortas con los dedos bien marcados y aplanados, provistos de laminillas de succión y cerdas microscópicas que le permiten adherirse a superficies verticales. Solo tienen uñas en los dedos 3º y 4º, lo que la diferencia de la salamanquesa rosada.

Es de hábitos crepusculares o nocturnos, aunque buscan el sol matinal para calentarse, permaneciendo ocultas el resto del tiempo.

Se alimentan de insectos, arácnidos e incluso larvas de insectos.

Gusta de hábitats no excesivamente fríos, adecuadamente expuestos al sol y con refugios, como roquedos y troncos de árboles. Evita los bosques cerrados, pero sí se encuentra en zonas arbustivas de baja densidad.

Durante el celo, que tiene lugar en la primavera, los machos realizan llamadas para atraer la atención de las hembras (similares a los chillidos del ratón). Durante el apareamiento el macho muerde el vientre de la hembra para sujetarla. Luego la hembra deposita unos pocos huevos (generalmente 1 ó 2) en grietas, bajo rocas o cavidades de árboles, que eclosionan a las pocas semanas o tras varios meses, aunque lo general es un periodo de incubación de unas 14 semanas. Los huevos son blancos y pegajosos para adherirse a la superficies, endureciéndose con el tiempo, hasta que eclosionan, saliendo las pequeñas salamanquesas que miden entre 4 y 6 cm., incluida la cola. Las hembras pueden llegar a realizar 3 puestas al año.

Imagen tomada por Miriam García y Luis Miguel Gullón, el 27-05-2018, en una persiana metálica de una tienda bajo una farola, en casco urbano de Zamora.

Vinca major Linnaeus, 1753 subespecie major

Antes de que se usara como planta ornamental en multitud de jardines, ya en las paredes de piedra de huertas y prados de mi pueblo hacía este efecto decorativo y es que la naturaleza es muy sabia. No sólo recuerdo ver paredes cubiertas por ella, también decoraban la parte de abajo de algún arbolillo que se dejaba querer durante su avance. Hoy en día, el abandono de gran parte de esas huertas le ha brindado la posibilidad de extenderse a su libre antojo, sin los peligros de hoces y azadas que antaño la amenazaban. La verdad es que el contraste del violeta sobre el verde hace que las flores de esta preciosa “enredadera” sean muy llamativas, por lo menos para mi gusto. Aquí os dejo la fotografía de un ejemplar que valientemente perdura en un lateral de nuestra finca, aislado pero constante, y fiel a su cita floral cuando llega el buen tiempo.

Reino: Plantae / División: Spermatophyta – Angiospermae / Familia: Apocynaceae.

También conocida como hierba doncella, brusela, violeta de las brujas, vincapervinca…, entre otros muchos nombres.

Es una planta de hoja perenne que crece a ras de suelo, alcanzando unos 30-40 cm. de altura.

Las hojas son ovaladas, lisas y de color verde medio a verde oscuro, presentando pelillos cortos en el borde.

Florece en primavera y verano. Las flores son solitarias de unos 3-5 cm. de diámetro y de color violáceo.

Los tallos, a medida que crece, van enraizando en el suelo.

Hábitat: sotobosques húmedos y cauces fluviales. Resiste muy bien las bajas temperaturas, aunque puede perder hojas si éstas se mantienen bajo cero.

Además de los usos ornamentales, también se usa con fines medicinales al contener alcaloides.

Tiene una variedad llamada variegata, en la cual las hojas tienen el borde blanquecino amarillento