Hace unas noches mientras paseábamos por el parque, mi perro Kuma estaba más nervioso de lo normal. No paraba de seguir rastros y olores por el suelo como si estuviera buscando algo. Tiraba para un lado, tiraba para otro, vamos, que no paraba quieto. Al final me llevó hasta un árbol y junto al tronco estaba el motivo. Un bonito erizo comiendo una babosa. El tío no se daba mucho por aludido a pesar de que Kuma no paraba de olisquearlo. Sí se encorvó un poco sobre ella, pero no hizo ademán de cerrarse como suelen hacer. Así que saqué el móvil para hacerle unas fotos, pero entre que no se estiraba y el perro no paraba quieto, decidí subirlo a casa y de paso coger la cámara de fotos.
Dicho y hecho, a toda velocidad vuelvo a bajar y voy para el mismo sitio. Nada, que allí no estaba. Empiezo a mirar por los alrededores, cuando a unos 50 metros al fondo del parque lo veo corriendo hacia unas zarzas. Pero cuando digo corriendo, es que el animalico corría que se las pelaba. No tenía ni idea de que estos bichejos fueran tan rápidos. ¡Cómo me la jugó! En un visto y no visto buscó la protección de la vegetación y allí desapareció de mi vista.
Al no ser las fotografías muy buenas, a la noche siguiente a la misma hora, al mismo sitio que vuelvo y a dar vueltas por allí a la espera. Debe ser que tiene unos horarios muy estrictos porque no tuve que esperar mucho y al rato saliendo de las zarzas que aparece. Iba muy entretenido olisqueando hacia ambos lados a la vez que avanzaba. Así que poco a poco me fui acercando hasta que me vio y se paró. Por suerte no se cerró y me dejó hacerle unas cuantas fotografías.
Que había erizos por el parque ya lo sabíamos desde hace unos cuantos años. Incluso había comentado con mi vecina Erun que su marido y compañero mío, Juanma, a quien le dedico in memorian esta entrada, había hecho años atrás unas fotos de unas crías, que también su perro Rufo descubrió. Así que se las he pedido para hacer un pequeño montajillo en la fotografía.
Lo que no acabo de entender y me parece preocupante, es qué hace una especie que tenía que estar hibernando campando tan alegremente como si fuera primavera. ¿Cambio climático? O simplemente ha aprovechado unos días de buenas temperaturas en mitad del invierno. Esperemos que sea lo segundo, aunque no es normal en pleno mes de enero tener mínimas próximas a los 10º C.
Pincha aquí para ver un vídeo sobre él.
Los erizos pueden llegar a pesar algo mas de 1 Kg. y medir hasta 30 cm. de longitud, aunque las hembras suelen ser más pequeñas. Presentan su zona dorsal recubierta de espinas de hasta 2’5 cm. de longitud y 1 mm. de ancho, a excepción del rostro. El pelaje del vientre es cerdoso, de color pardo. No tienen cuello, las orejas son muy pequeñas y redondeadas y los ojos son oscuros y pequeños. Ambos sexos son parecidos ya que los testículos están dentro del abdomen, diferenciándose en que los machos tienen el pene bastante adelantado y las hembras tienen cinco pares de mamas y la vagina se localiza cerca del ano.
La época reproductora comienza en la primavera, durando la gestación dura unos 35 días. Paren alrededor de seis crías que pesan como máximo unos 25 gramos, ciegas y desnudas, surgiendo al poco las púas, que al principio son blandas y blancas. A las dos semanas abren los ojos y a la tercera comienzan a salir fuera del nido acompañando a la madre. La lactancia dura un mes o mes y medio, tras la cual se independizan, alcanzando la madurez sexual al año. Suelen tener una sola camada por temporada.
Se alimenta de todo tipo de invertebrados (insectos, lombrices de tierra, babosas, caracoles…), huevos, pollos de aves, crías de roedores y carroña.
Son animales solitarios. No son muy agresivos, aunque los machos pueden pelearse para establecer estatus de dominancia. Son predominantemente nocturnos e hibernan en nidos que construyen desde noviembre o diciembre hasta marzo. El resto del año se refugian entre la vegetación espesa, cambiando frecuentemente de lugar.