Cornu aspersum – CARACOL COMUN

Toda la vida cantando eso de caracol-col-col, saca los cuernos al sol, que tu madre y tu padre ya los sacó…, y es precisamente ahora en la madurez, cuando me da por preguntarme qué sentido tiene la canción, si precisamente a los caracoles lo que les gusta es la lluvia y no el sol.

Quiero imaginar que el cántico se refiera a esas tormentas estivales, en las que tras un tremendo chaparrón, aparece el sol con fuerza, a la vez que los caracoles salen de sus escondites al sentir la humedad. Sí, eso tendrá que ser…

Este de la fotografía, sin ir más lejos, no sólo no salió al sol, si no que ya había anochecido. Y aunque hacía fresquete, había llovido bastante durante todo el día, pensaría por tanto que era un buen momento para interrumpir el descanso invernal y recargar energías con la vegetación fresca.

Coger caracoles era uno de mis habituales quehaceres infantiles. Los metía en una caja de cartón y les daba lechuga. A veces la comían y a veces no le hacían ni caso, pero lo que siempre zampaban era el cartón de la caja. ¡Qué extraña era la cosa! Inexplicable para la mente de un niño. ¿Cómo era posible que teniendo lechuga fresca prefirieran comer cartón seco? El problema se solucionó, evidentemente, cambiando las cajas de cartón por botes de plástico o de cristal.

Pero recuerdo con alegría un día triunfal, en el que una querida prima mía, también aficionada a los bichejos, puso fin a todos los problemas alimenticios de mis caracoles. Descubrió un alimento infalible, al que no se podían resistir, y cuando me lo dijo y lo comprobé, no daba crédito a lo que veía. Aquellas mandíbulas abriéndose y cerrando sin parar, tragando todo el pan humedecido que podían. Para mi, en aquéllos momentos, fue uno de los grandes descubrimientos de la humanidad. ¿Quién hubiera imaginado en aquellos momentos que se alimentan de toda la materia en putrefacción que pillan?

La verdad es que cuando uno se acordaba, era un buen entretenimiento coger el bote de los caracoles. Sacarlos y mojarlos abundantemente con agua mientras se tatareaba incansablemente la habitual canción, hasta que salían y se podían echar carreras con ellos. Carreras muy complicadas, porque o nunca seguían el camino recto o se escondían, lo que hacía tener que guardarlos y buscar otra diversión. Imagino que para deleite de los pobres animalillos.

Reino: Animalia / Filo: Mollusca / Clase: Gastropoda / Subclase: Pulmonata / Superorden: Heterobranchia / Orden: Stylommatophora / Suborden: Sigmurethra / Superfamilia: Helicoidea / Familia: Helicidae.

Nombre científico: Cornu aspersum (O. F. Müller, 1774).

Están dotados de una concha en espiral formada por carbonato cálcico que puede alcanzar los 4 cm. de altura. De color marrón amarillento, presenta manchas con tonalidad más oscuras de gran variedad.

En la cabeza le salen cuatro tentáculos, estando los ojos al final de los dos superiores, que son más largos. Los inferiores tienen funciones táctiles. Tanto unos como otros son retráctiles. En la boca tiene una especie de lima, a modo de dientes, con la que raspa el alimento.

Para desplazarse segregan un mucus que reduce la fricción y facilita el movimiento. Cuando se encierran en la concha también segregan otra mucosidad que se endurece con facilidad, cerrando el habitáculo.

Son hermafroditas, por tanto están dotados de órganos reproductores masculinos y femeninos, pero necesitan de otro individuo para reproducirse y fecundarse mutuamente. Unos días después del apareamiento harán un agujero en la tierra de unos 4 cm. de profundidad, donde depositarán hasta 100 huevos, de los que a las tres semanas saldrán unos pequeños caracoles traslúcidos.

Suelen invernar y durante los períodos de sequía también pueden reducir la actividad.

Pollicipes pollicipes – PERCEBE

Para mi, uno de los mayores placeres que me puede ofrecer la vida, es acercarme a la orilla del mar o la mar, como cada cual quiera decirlo, y disfrutar de ese olor inconfundible y de ese aire que me llena los pulmones como en muy pocos lugares. Así que siempre que puedo, que es bastante menos de lo que me gustaría, aprovecho para acercarme y disfrutarlo, porque a veces se encuentra uno cosas como de la que hablo en esta entrada.

Y es que después de uno de los paseos playeros de este pasado verano, en el consiguiente curioseo habitual entre las rocas, vi estos magníficos ejemplares en una playa de Cantabria. Me sorprendió un poco encontrarlos tan grandes porque la zona está siempre bastante concurrida y no es que estuvieran tampoco muy escondidos, pero bueno, es cosa de alegrarse, ya que demuestra que poco a poco vamos tomando un poco más de conciencia con proteger el medio ambiente.

Al ser otro de los animalejos que tenemos asociados con la cazuela y ser tan apreciados en gastronomía, era una pena no hace tantos años, ver las rocas mas peladas que la cima del Everest. En un lugar por el que pasan miles y miles de personas, unos que arranco yo, otros que arranca el otro, pues al final lo dicho, era un desastre. Ahora da gusto ver a los adultos enseñándoles a los niños algunos de estos seres vivos que viven en el mar y que de otra forma no iban a poder ver, si no es en la pescadería o en un supermercado. Pero no es lo mismo, ni mucho menos.

La verdad es que fue un gustazo verlos tan majos ahí entre los mejillones. El hecho de tener su hábitat ambas especies en la zona intermareal, es decir, la que queda entre la bajamar y la pleamar, hace que sea frecuente encontrarlos habitando juntos y en buena armonía, como es el caso.

Nombre científico: Pollicipes pollicipes (Gmelin, 1790).

Filo: Arthropoda / Subfilo: Crustacea / Clase: Thecostraca / Subclase: Cirripedia / Superorden: Thoracica / Orden: Pedunculata / Familia: Scalpellidae.

Los percebes tienen dos partes claramente diferenciadas: la superior llamada uña y la inferior denominada pedúnculo. En total llega a medir hasta 12 centímetros de longitud.

La uña esta cubierta por una veintena de placas calcáreas, de un color blanco, desde grisáceo hasta amarillento. Cinco de estas placas son más grandes que las restantes y las otras se sitúan entre estas y sobre la parte inferior del percebe. En su interior se encuentran la mayor parte de los órganos vitales del animal.

El pedúnculo, con el que se adhiere a las rocas a través de una sustancia cementosa que segregra por el extremo, es cilíndrico, carnoso, puede presentar tonalidades negras, verdosas, marrones o rojizas, y esta cubierto por pequeñas escamas formando una piel áspera y consistente.

Respiran captando el oxígeno disuelto en el agua, a través de constantes movimientos de sus cirros, que son seis pares de pequeños filamentos situados en la uña. Estos cirros también le sirven para recoger el fitoplancton, microorganismos y otras partículas en suspensión de las que se alimenta y llevarlas a la boca, quedándose con los nutrientes y expulsando las sustancias no comestibles.

Ambas necesidades, la respiratoria y la alimentaria, hace que se sitúen en las zonas más expuestas y batidas por el mar. De ahí la dificultad de su extracción, su alto precio económico y la gran cantidad de bajas sufridas entre los percebeiros a lo largo de los años.

Son hermafroditas pero necesitan de otro individuo para fecundarse. Los órganos sexuales masculinos están situados en el último par de cirros y los femeninos en el pedúnculo. Tras la fecundación, que suele ser dos veces al año, una en primavera y otra en verano, los huevos permanecen en una cavidad llamada paleal durante doscientos días hasta que eclosionan y salen las larvas, que son expulsadas y permanecen flotando entre el plancton, realizando una serie de mudas durante los dos siguientes meses, para acabar transformándose en un caparazón bivalvo que ya puede adherirse a la roca, donde se transforma en adulto.

Dos meses después empieza su desplazamiento por la roca, buscando grupos de adultos de su misma especie, donde se fija y pasa el resto de su vida.

Como es bien sabido se halla ampliamente distribuido por toda la cornisa cantábrica, aunque también se encuentra en la franja mediterránea.

Rumina decollata – CARACOL DEGOLLADO

Muchas veces cosas delicadas y aparentemente inofensivas resultan esconder una oscura realidad, y cuando vas sabiendo cosas sobre ellas descubres que de delicado tienen poco y de inofensivo menos. Así me ha pasado a mi con este caracolillo, que de sentir pena por él, he pasado a creer que menudo salvaje está hecho.

Recuerdo que la primera vez que vi un ejemplar de esta especie pensé que al pobre se le había roto la concha. Lejos estaba de saber que cuando son jóvenes tienen la espiral completa, pero a medida que van creciendo está se le va rompiendo y truncando, quedando de esa forma y de ahí le proviene el nombre de caracol degollado.

Pero claro, al seguir viendo más ejemplares con la concha rota, pues ya me puse a investigar sobre ellos. Como me ha parecido una cosa curiosa e igual mucha gente tampoco los conoce, me pareció apropiado dedicarles una entrada en el blog y en ello estoy.

Tampoco sabía que es una especie muy voraz y omnívora, un gran cazador que se alimenta de otros caracoles y babosas, así como de sus puestas, y de pequeños insectos y lombrices. Esta capacidad depredatoria ha sido utilizada para combatir biológicamente plagas de otros caracoles y babosas en multitud de países donde ha sido introducido con este fin.

Mi opinión personal es que si la plaga es a gran escala su utilización puede ser beneficiosa, ya que aunque también comen materia vegetal, tanto verde como en descomposición, los daños que causen en los cultivos serán nimios en comparación con los beneficios conseguidos; pero a pequeña escala en un huerto doméstico, cuando acaben con las babosas y caracoles, igual el remedio es peor que la enfermedad, y sinceramente, no se lo aconsejo a nadie, no vaya a ser que nos quedemos sin cosecha.

Además, es suficiente contar con un único ejemplar para hacernos con un gran ejército de ellos, porque aunque son hermafroditas, tienen la capacidad de autofecundarse ellos mismos. Vamos, que empiezas teniendo uno solo y acabas con una plaga.

Resumiendo, voracidad y autofecundación, mala combinación. Mejor dejemos que la naturaleza siga su curso, veámoslos donde estén distribuidos naturalmente y dejémonos de experimentos.

Ejemplar juvenil con la concha completa

Reino: Animalia / Filo: Mollusca / Clase: Gastropoda / Subclase: Pulmonata / Orden: Stylommatophora / Familia: Subulinidae / Subfamilia: Rumininae

Nombre científico: Rumina decollata (Linnaeus, 1758).

Otros nombres: caracola, caracola de tierra, caracol destructor y caracola mediterránea.

La concha, que puede llegar a superar los 4 centímetros de longitud, es alargada, dura, cónica con forma de espiral, siendo la última vuelta mucho más grande que las anteriores. En los ejemplares jóvenes presenta entre 8 y 10 vueltas, conservando los adultos sólo 4 o 6 de ellas. Suele ser de color pardo brillante, con el labio de apertura de color blanco y cuando se vacían se vuelven blancas al decolorarse por el sol.

El molusco es pequeño, blanco con manchas oscuras en el cuerpo, aunque a veces es negro grisáceo o verde pardusco. Las antenas superiores son largas y de color gris tirando a transparentes. Su lengua con la que tritura a sus presas, es una lámina de quitina cubierta de infinidad de diminutos dientes, a modo de lija.

Las puestas, que son enterradas en el suelo, suelen realizarlas entre mayo y octubre, constando de unos 40 huevos de cáscara dura y forma cilíndrica de 2’5 mm. de diámetro

No tienen una longevidad muy larga, ya que no suelen vivir más de dos años.

Prefiere los lugares húmedos, pero tolera bien condiciones secas y ambientes soleados, siempre por debajo de los 2.000 metros de altitud.

Es de hábitos predominantemente nocturnos y aumenta su actividad los días de lluvia.

Extendido por la totalidad de la península ibérica.

Milax nigricans (Schultz in Philippi, 1836) – BABOSA pequeña

A los aficionados a las plantas, a los que tenemos huerto, a los agricultores, a los floristas, etc., no son unos bichejos que nos gusten mucho. Pero que se va a hacer, también tienen derecho a la vida y en pequeña escala tampoco es que el daño que causen sea muy elevado.

Como a sus primos los caracoles, parece que les gusta la nocturnidad y con alevosía asaltan nuestras verduras y plantas. Buena ocasión para a la luz de las linternas darles caza y trasladarlos a otro lugar, a ser posible lo más alejado que podamos, no vaya a ser que regresen. Recuerdo a mi querido padre organizando excursiones nocturnas con mis hijas por la huerta y por el jardín de la casa del pueblo. Tenían que prepararse bien porque como su nombre indica no dejan de ser babosas y no se pueden coger a la ligera si no quiere uno pringarse los dedos. Así que además del bote para guardarlas y las linternas, había que armarse de guantes y cogerlas con las tenazas de la lumbre. De lo que no estoy tan seguro es que fueran trasladadas a otro sitio como decían las niñas que les había dicho el abuelo…

No puedo asegurar que este ejemplar sea exactamente el citado, ya que en su género hay otra especie que se llama Milax gagates y son sumamente parecidos, y para que la identificación sea completamente correcta hay que diseccionar al animalico y mirar el aparato reproductor y no va a ser el caso. Así que en base a las características externas vamos a darlo por bueno y si no es uno, pues ya sabemos que sólo puede ser el otro.

Filo: Mollusca / Clase: Gastropoda / Superorden: Heterobranchia / Superfamilia: Parmacelloidea / Familia: Milacidae

Estas pequeñas babosas alcanzan hasta 7’5 cm. de longitud y 1 cm. de ancho.

Se diferencian de las babosas de la familia Limacidae por tener una cresta dorsal desde el pie hasta el manto, que es la parte central del cuerpo, algo más abombada y por la capacidad de estirar el cuello más allá de este.

Exteriormente se diferencia de Milax gagates en que son algo más grandes y que la coloración gris negruzca, que es común en ambas especies, es más acentuada en Milax nigricans. La diferencia clave radica en que el órgano estimulador del aparato reproductor es más ancho en la base, con papilas en su cara interna, mientras que en Milax gagates las papilas son pequeñas y están en el extremo.

Los juveniles presentan color amarillento, evolucionando hacia grisáceo y posteriormente a negro en estado adulto. La baba es incolora.

Los apareamientos tienen lugar desde la primavera al otoño y durante la cópula ambas babosas juntan tan estrechamente los genitales que estos no son visibles, durando las mismas más de doce horas. Depositan los primeros huevos en tierra húmeda entre 5 y 15 días después (unos 20 por puesta, hasta un máximo de 100 huevos por individuo, muy pequeños y de color blanco), los cuales eclosionan tras 25 ó 30 días. Parece ser que la autofecundación también es posible. Estás babosas sólo se reproducen una vez, muriendo cuando han llevado a cabo esta labor. La madurez sexual la alcanzan tras 4 o 5 meses.

Se alimentan de material vegetal, tanto fresco como en descomposición, ingiriendo también partículas minerales del suelo.

Se encuentran bajo piedras, troncos y hojarasca en zonas húmedas, siendo frecuente también hallarlos enterrados o semienterrados bajo tierra húmeda.